'Mamá, te lo voy a decir una vez más—Abby es mi hermana, no es una ficha a tu disposición.'
'Alberto, ¡esta empresa es el trabajo de TODA LA VIDA del Papá de Abby! Hice esto POR la empresa. ¡Ahora que la empresa está en crisis financiera, el Presidente Lee me ha prometido que si Abby se casa con él, cubrirá nuestras necesidades financieras! '
'¡Abby ya tiene una vida de mierda, y Lee es lo suficientemente VIEJO para ser el Papá de Abby! ¿Cómo puedes soportarlo…Cómo puedes meterla en…'
'¡Pfttttt! Ya me cuesta criarla todos estos años. ¡NADIE cambia lo que he decidido! ¡No olvides que ahora soy la presidenta de la empresa! '
El corazón de Abby se hundió, pálida y encorvada. No podía escuchar lo que estaban hablando, y corrió de vuelta a la habitación con la caja de chocolate negro en brazos.
En el estudio, Cristina levantó los labios con desprecio y miró hacia atrás. '¡Se fue!'
Alberto sonrió maliciosamente, '¡Eso hizo!'
'Hijo, ¿crees que estará de acuerdo?'
'Crecí con Abby, y la conozco mejor que nadie. Mamá, puedes estar tranquila. 'Alberto sonrió con confianza, y se podía notar desde lo más profundo de sus ojos.
'Bueno, entonces esperaré las buenas noticias.' Cristina salió del estudio con una sonrisa.
Abby se sentó en la alfombra, abrazándose con fuerza, y las lágrimas rodaron como una cascada.
Finalmente llegó—la pesadilla más horrible, espantosa e insoportable.
Desde el momento en que nació, no le agradaban los mayores de su casa.
Porque era una chica maldita nacida en un día maldito, nublado y oscuro. Su nacimiento mató a su Madre y su primer cumpleaños mató a sus abuelos.
Todos en su familia la odian excepto su Papá.
Aunque no la querían sus familiares desde que era niña, su Papá la mimaba como si fuera lo más maravilloso del mundo.
Vivió una vida feliz hasta que cumplió siete años, cuando su nueva Madre llegó a la familia.
Su pesadilla comenzó...
A Papá le encantaba mucho su nueva Madre, así que ella hizo todo lo posible para complacerla por el bien de su Papá. Pero a cambio, sufría su dureza e ignorancia.
Delante de su Papá, la nueva Madre le ponía una cara sonriente, pero cuando Papá falleció, Abby se convirtió en una espina en sus ojos.
Todos la culpaban, diciendo que también había matado a su Papá.
Si no fuera por Alberto, su Hermano, su Madre la habría echado de la casa, y ni siquiera tendría un libro para leer sin él.
Desde la infancia, Alberto la quería mucho. Siempre se gastaba su paga en comprarle ropa nueva y le enseñaba conocimientos...
Todavía recordaba que una vez, los chicos de la clase se rieron de ella cuando era una niña sin padres.
Alberto se enfadó tanto que golpeó al chico y lo llevó al hospital...
Weenie levantó la cabeza, la miró llorando todo el tiempo, y lentamente se acercó a ella. Sollozó y cayó al suelo frente a ella, puso sus patas en su cuerpo y sollozó con enfado, como para decir, 'no llores',
Abby frunció los labios, conteniendo las lágrimas, 'Weenie, me siento muy mal. ¿Qué debería hacer? '
Weenie es un perro blanco grande de cuatro años. En ese momento, cuando llegó a casa de la escuela, vio a un grupo de niños golpeando a un perro blanco con palos.
Cuando lo vio, peleó con los niños y lo salvó.
Porque no tenía padres como ella, vagaba por la calle, tal vez un día lo atraparían y lo matarían.
Se lo llevó a casa, y Cristina estaba totalmente en contra de la idea. Fue Alberto quien habló por ella, y su Madre finalmente estuvo de acuerdo.